Juan Suárez Blanco
Hablar del artista Juan Suárez Blanco es casi una tarea titánica, si entendemos que es uno de los creadores más prestigiosos en el aquí y el ahora en Cuba, en específico de la más occidental de las provincias, Pinar del Río, donde la semilla del arte lo atrapó para siempre.
“No creo exagerar si digo que, donde vive y trabaja actualmente, ni en el contexto nacional de las artes plásticas donde ya tiene un sitio consolidado desde hace algunos años, hay otro artista que se le pueda igualar en cuanto al refinamiento y la meticulosidad con que es capaz de supeditar diversos materiales a sus obras y a las ideas que ellas representan”, asegura el crítico de arte David Mateo en sus palabras del catálogo Arte Contemporáneo, producido por Julisa & Diamont Fine Arts, Miami (2005).
La mayoría de sus obras pudieran considerarse como arte abstracto en su sentido más genérico. Sin embargo, al detenernos en ellas y pongo como ejemplo el caso de La colina herida observamos una esencia diferente marcada por experiencias reales, que se adentran en ojos de terceros con fuerza extraordinaria.
La colina herida nos remota a uno de los desastres naturales más dolorosos de La Habana en el 2019, con el paso de un tornado por varias zonas de la capital hace meses. El creador desempolva esas memorias con ternura, exquisitez pictórica y olfato para tocarnos un punto neurálgico de los sentimientos, pero sin melodramas. Más bien logra una empatía visual a través colores apacibles. Por muy contradictorio que parezca, la obra serena, aquieta la mente, domina los sentidos por su simpleza. Ahí radica la clave de su éxito: la sencillez y seguridad de su trabajo.
Mediante diversas tonalidades, la pieza presenta a un Juan Suárez Blanco conocedor del ethos social. Lo sorprendente es ver la maestría con que degrada los colores, escogidos para prever de antemano que se trata de una experiencia con marcadas dosis de realidad, dolor, sin ni siquiera conocer el nombre de la pintura. Como por ósmosis se perciben las inteciones.
En sus obras se observa el deseo inmenso de crear sin frenos, sin temores, sin el ostracismo que conduce acostumbrarse a un mismo canon, a una misma técnica. El artista siempre sorprende y se renueva.
Uno de sus tantos trabajos que se encuentran en Máxima llevan el nombre de Erosión II, II y IV, los cuales formaron parte de la primera exposición del Estudio-Taller, Luces. En ellos Suárez Blanco conjuga materiales, experimenta y logra un giro morfológico intrigante, ya que imprime una vida poco común a las pinturas para llevarnos a un resultado final: la “erosión” vista desde el arte, de forma no convencional.
Luna, en cambio, viene con otros sentimientos, otra estética y deseos. Si bien el único satélite natural de la tierra se ha convertido en pretexto para las musas, Juan Suárez Blanco no busca un modo rebuscado de recrearla, más bien su figuración es muy parecida a la que observamos desde este lado del mundo.
Con otra estética llegan las piezas Huella húmero 5 y Nube Blanca donde el rojo domina la vista a plenitud. Paisajes insólitos indican una abstracción diferente, un tanto desafiante si se entiende que mezclar colores, darle sentido, lógica, apariencia y personalidad requiere de carácter, técnica, oficio y por supuesto, talento. El arte abstracto puede ser más complejo si no se asume desde el sentimiento.
A sus 66 años de edad, cumplidos recientemente el 19 de octubre, Juan Suárez Blanco avanza sin preocupaciones hacia el mañana. El camino será amplio, nos dice, transformador, tendrá aventuras y combates porque para él, el arte es una de las razones por las que vale luchar en el mundo.