Roberto Fabelo en metal

ST de la serie Mundo K, dibujo sobre metal realizado en el 2010.
ST de la serie Mundo K, dibujo sobre metal realizado en el 2010.

Roberto Fabelo nunca deja de impresionarnos. Cuando menos lo esperas aparecen esculturas, sirenas, calderos, obras en bronce, un sinfín de propuestas que nos acompañan desde la memoria y se convierten en un imán por su poder de magnetismo y fuerza involuntaria que ejerce sobre nuestra mente. Siempre se regresa a Fabelo de una forma y otra, más temprano que tarde.

Una de sus piezas del año 2010, de la serie Mundo K, ha llegado en fecha reciente a nuestro Estudio-Taller y se trata de un dibujo sobre metal, considerado uno de los trabajos más admirados del Premio Nacional de Artes Plásticas (2004).

El negro como color de fondo muestra a un cucarachón al estilo de Kafka, con evidentes rasgos humanos en sus fisionomía. A ciencia cierta no se sabe cuál fue la mutación, si el animal evolucionó hasta alcanzar el raciocinio o el hombre desnudó su lado salvaje, un pedazo indómito que yergue sobre todas las cosas.

Ambas esencias se ajustan entre sí, conviven sin dramas y sin tanto asombro porque en el fondo de nuestra conciencia sabemos que la sombra de lo animal permanece menos oculta de lo que pensamos.

A nivel de técnica resulta una obra fascinante, realizada al más mínimo detalle. Observarla en su estado final es desentrañar los detalles, el nivel de perfección del artista para dominar el metal, hasta el más mínimo trazo, donde no puede existir margen de error porque sería comenzar de cero. No se trata de un boceto que puedes borrar si es necesario. Una vez intervenida la superficie ya no hay vuelta atrás.

En Máxima imaginamos a Fabelo, en este minuto, inmerso en cada gesto gráfico cuando creó la obra, regresamos en el tiempo diez años atrás cuando el pintor, escultor y ceramista transformó lo inanimado en vida, aislado del mundo, porque la creación es un encuentro con uno mismo y ese tipo de revelaciones suceden casi siempre en soledad.

En ocasiones la palabra escrita no alcanza a reflejar los sentimientos. Cuando tienes delante la
obra por instantes la mente se altera, mientras que otras veces la calma domina el cuerpo. Es casi imposible no verse representado con esa figura, no explorar una rara sensación de gusto, de empatía, de tener la quietud que emanan esos ojos oscuros y difíciles de visualizar. Es un animal pensativo que se muestra sin máscaras ni objeciones.

Tomar esa forma debe ser difícil para el hombre que vive orgulloso de su estructura perfecta, pero Fabelo nos invita a tomar riesgos, a conocer otros horizontes, a fin de cuentas, los caminos de siempre solo ofrecen las mismas respuestas.