Nelson Domínguez llegó a los 73 años de vida en el 2020. Arte, sentimiento, pasión y osadía marcan la trayectoria del creador, Premio Nacional de Artes Plásticas de Cuba en el año 2009, alguien que se ha dedicado a explorar caminos pictóricos y a dejarse atrapar por la duda, cuando llega la inspiración y el deseo de dejar un mensaje en el lienzo, no solo para deleitar la mirada con porciones de belleza, que también es importante, sino para ejercitar el pensamiento y generar análisis. Para él, lo fundamental es que la gente piense.
Justo el día antes de celebrar su cumpleaños, este 23 de septiembre, Máxima abrió sus puertas para entrevistar al artista, uno de los momentos más placenteros en medio del confinamiento social.
Los primeros años de su vida estuvieron marcados por un fuerte contacto con la naturaleza y la vida animal. ¿Cuánto se refleja eso en su obra?
Bastante. En el Museo Nacional de Bellas Artes (edificio arte cubano) hay obras mías como Preludio de un rapto guajiro, A golpe de pilón, Rostros de agua y fuego y Verde amanecer, de mi primer período pictórico, que están muy involucradas con el entorno. Uno es parte de donde vive, es una descripción sintética de los espacios que ocupa en el universo.
El uso del color negro en sus obras les otorga cierto dramatismo y fuerza pictórica a las piezas. ¿de qué manera lo concibe usted?
El negro donde único no es color es en la pintura europea, porque en Asia, el negro es un color. Ese fue mi éxito en Japón y también en Asia, básicamente. Lo que más soy es colorista, mi paleta de color es a lo que yo quiero hacer. Si te fijas, en una pintura mía hay casi todos los colores, pero muy administrados, detesto los cuadros negros.
Un cuadro no es para ser lindo, es para decir cosas y al que le guste un cuadro lindo que vaya a otra parte, en mi estudio no lo va a encontrar. Me hiciste recordar a Goya, quien tenía a Saturno devorando a su hijo, en el comedor de su casa ¿y eso que tiene que ver? Si lo quiso así… Quizás el pintor está llamado a decir cosas que una personas común y corriente, llamémosle así, no puede decir. No quiere decir que no piense en esas cosas, sino que no tiene técnicas o procedimientos, como para expresar mensajes. Nosotros, los pintores, tenemos esa buena posibilidad de decir lo que sentimos.
El pintor debe pintar primero para él, yo lo hago así y al que no le guste, que vaya a otro lugar. Para gustos los colores.
¿Cuáles mensajes expresa con su figuración?
Me estás haciendo unas preguntas un poco difíciles, un poco filosóficas y cuando uno va a cumplir 73 años, va hacia lo simple, lo elemental. Dicen que lo más difícil es lo elemental, porque implica una acumulación de experiencias y hechos.
En realidad, no tengo temas que me interesen en particular. Mi máxima pasión será al final del camino, mirar hacia atrás y decir: `aprendí a pintar´. Es lo más importante. Pintar. Después los mensajes que dices son más personales. El mensaje de una obra puede ser diferente para las personas, unas le dan un sentido, otras lo interpretan distinto.
La gente, a veces, se refleja en la obra de los demás. Por eso los títulos de los cuadros me molestan un poco, porque obliga al espectador a pensar en lo que el artista quiere. Hay que dejar un espacio abierto para el pensamiento.
El arte es para pensar, la gente está acostumbrada a que le expliques y el arte no se explica. Calcula tú, no voy a decir cuando me muera yo, porque no pienso morirme nunca, pero cuando no esté ¿a quién le vas a explicar el sentido de una obra? Las piezas tienen su propia lectura y esa lectura se la da la persona que la ve.
Durante años, usted mantuvo una relación matrimonial con Flora Fong ¿cuánto pudieron complementarse ambos en el arte?
Tuvimos dos hijos. Nunca incursioné en su forma de pintar. Venimos de una escuela de arte donde se hacían críticas, reuniones para analizar las obras y el análisis no tiene que ver nada con la familiaridad. Una cosa es que duermas con una persona y otra es que pienses como tú lo haces.
No recuerdo haberle dicho nunca a Liang ni a Li de cómo se pinta esto o aquello, pero siempre hijo de gato caza ratón, ellos están cerca de ti y te ven, aunque sea por ósmosis van cayendo cosas. Flora y yo tenemos la mejor de las relaciones del mundo, es una gran persona, artista y la quiero mucho.
Los primeros años de la Escuela Nacional de Arte para usted fueron difíciles. ¿Cómo sucedió esa evolución creativa, hasta situarse entre los mejores expedientes junto a Pedro Pablo Oliva y Flora Fong?
Entré en un grupo de estudiantes donde eran graduados de escuelas provinciales de arte, y yo venía guajirito con yarey, porque me gustaba la pintura. En primer año por poco me botan, no tenía rendimiento, estaba en blanco. Ya en segundo tenía menos posibilidades de que me botaran y en tercero fui cogiendo mi camino, entendí muchas cosas.
Mientras mis amigos veían películas e iban a fiestas, yo estaba en el baño de la casa de mi mamá, el único lugar donde podía dibujar, la casa era muy chiquita, hacía las tareas del profesor Abela, uno de los grandes maestros que tuve. Entonces en quinto año tuve la suerte de salir entre los primeros expedientes. Había una licitación de Antonia Eiriz para escoger un asistente y ella me escogió a mí. Es la cosa más sensacional que ha pasado en la vida.
Tenía que dar clases al grupo de Zaida del Río y de Flavio Garciandía. Con ese grupo fueron los primeros alumnos con que trabajé como asistente de Antonia, quien me hacía ir todos los días a Juanelo, para revisarme los ejercicios que íbamos a dar en clase, para saber si los había entendido bien.
Hay un libro muy bueno, se lo recomiendo a todo el que estudia arte, Fundamentos del diseño, de Gillam Scott. Pensaba que entendía un ejercicio, a veces tenía que hacerlo tres veces.
La parte más terrible para mí era cuando tenía a Antonia sentada frente a mí y yo dando las clases, me quería morir, me ponía pálido, frío. Tener ese monstruo al lado mío, un advenedizo dando asistencia a la artista más grande del arte cubano. En ese año aprendí, mucho más que en la carrera entera. Eso lo arrastro conmigo, además de la cosa de la duda, de decir hasta aquí llegué pero tengo que hacer más ahora, mejorarme, tengo que negarme y en esa negación es donde mucha gente tiene miedo.
El ídolo más grande de la pintura para mí es Picasso. ¿Lo imaginas con galería Marlborough? Si él ni se graduó en la escuela, era un tipo irreverente, no había quien lo metiera en camisa de fuerza.
Tengo amigos que me dicen `Nelson, te envidio´, porque pintas lo que te da la gana (…). La economía le ha hecho mucho daño al arte, al principio no entendíamos cómo era vender un cuadro. Recuerdo la primera obra que vendí fue a un crítico de arte, Romualdo y a su esposa Yaquelín, por 100 pesos cubanos. Hoy quisiera saber dónde está ese cuadro.
¿Y cómo era?
Chico, pintado sobre papel kraft, una mujer con una flauta. Eso desapareció, no sé si existe una fotografía.
¿Qué importancia le otorgas a espacios como Máxima y El Oficio, entre otros, dinamizadores del arte y la cultura en La Habana Vieja?
Necesarios. El galerista al final sustituye a aquel personaje que se llamó mecenas. Me gustaría que las galerías tuvieran esa dinámica. A veces digo, ¿por qué razón un cubano tiene que dar tanta vuelta para participar en una subasta? ¿por qué las galerías cubanas no pueden representar al artista en subastas?, tiene que ser un extranjero o una gente muy sagaz y avezado que sabe lo que quiere, ¿por qué no existe ese tipo de intención, que las galerías envíen a sus artistas a subastas?
No me considero galerista ni ese tipo de cosas, pero he ayudado a muchos artistas. Por ejemplo, he recibido invitaciones personales para participar en la Feria de Arco en Madrid y he mandado a un grupo de gente joven, porque ya he ido. Las galerías son para eso, no solamente vender obras, sino para desarrollar a los talentos que en el futuro serán colaboradores de los propios espacios.
¿Cuáles sueños todavía le quedan por materializar a Nelson Domínguez?
Primero, no dormí muy buen ayer, tengo que materializar el sueño hoy. Tengo una tarea importante, quiero hacer en Cojímar un proyecto que se llamará Casa Abierta, donde voy a mostrar todas mis colecciones.
¿Qué tiene dentro de sus colecciones?
Pintura, obras de otros artistas y mías, muebles, documentos, históricos, importantes, en fin, muchas cosas. Para entrar habrá que pagar, será un proyecto social, el cual el dinero se dará a la comunidad, o sea, para un viejito que no tenga silla de ruedas o quien lo cuide. La idea es hacer otro asilo en Cojímar, pero diferente, donde las personas estén involucradas en el arte.
Ver obras de Nelson Domínguez en Máxima: http://www.maximacubart.com/autor/nelson-dom-nguez
Publicado 5/10/2020