Santiago R. Olazábal

Santiago Rodríguez Olazábal (La Habana, 1955)

Para analizar el discurso creativo del prestigioso artista cubano Santiago Rodríguez Olazábal es preciso detenerse en la siguiente sentencia de su autoría: “Mi obra es una alabanza a la memoria de mis antepasados, como la ablución de agua fresca que se ofrece a la santidad del espíritu y que me activa a cada momento”.

Los símbolos de Rodríguez Olazábal se canalizan mediante el color, la gestualidad, el pulso artístico que acentúa y determina cada intención. Su arte, de fuerte expresividad y energía, lo determina la acción, la ofrenda, el homenaje y la relación ancestral entre los hombres y la religión, más específico de los ritos yorubas, la magia y el misticismo que siempre acompaña este tipo de fe.

El artista también sabe multiplicarse y asumir las complejidades del grabado, la pintura, el dibujo, la instalación, el ensamblaje y la pintura.

Su relación con el sistema de la santería o Regla de Ocha es virtud y camino en su obra, pero aun así no significa repetición o cansancio sobre el mismo tema, más bien el creador sabe renovarse en cada representación de un valioso legado. Olazábal garantiza el deleite, la observación enriquecedora, el lenguaje lleno de signos en sus formas, textos o líneas que originan disímiles interpretaciones.

Observamos en su arte la presencia de animales y su relación con el hombre en un vínculo ancestral, fortuito, necesario y sagrado. Del reino aminal, al que pertenecemos como especie, se extraen los secretos para ser más fuertes y dignos con relación a lo divino.

Santiago Rodríguez Olazábal concede una dinámica corporalidad a sus obras. El cuerpo como sacrificio, experimento, poder, zona de información y deleite permite una construcción sólida sobre la morfología humana y sus infinitas capacidades para la acción como puerta de conocimiento. Sus creaciones también despiertan la sensación de autorreconocimiento con la herencia religiosa detallada.

“Me he preocupado siempre por asumir mi identidad, reinventándola formal y conceptualmente. Asumirla desde un punto de vista contemporáneo y prístino”, asegura el propio artista.

Su reino es el mismo para todos los hombres, sus figuraciones contienen ese lenguaje/iconografía que entendemos por antonomasia de manera orgánica y fluida.

En su arte Olazábal coloca en un sitio bien alto la religión, su ética y moral para abordarla, su propia experiencia, sus dioses y su mística. Habla directo, impacta, llega a cada corazón con el acierto de recordarnos quiénes somos y de dónde venimos. Así resulta más fácil entender los latidos de la existencia humana.

Frase del artista: “El hecho de asumir la fuerza mítica de un sistema filosófico que ha mantenido vigente su esencia a través del tiempo, me ha posibilitado llevarlo a la categoría de principio estético de mi labor artística”.

 

Santiago Rodríguez Olazábal (La Habana, 1955)

Para analizar el discurso creativo del prestigioso artista cubano Santiago Rodríguez Olazábal es preciso detenerse en la siguiente sentencia de su autoría: “Mi obra es una alabanza a la memoria de mis antepasados, como la ablución de agua fresca que se ofrece a la santidad del espíritu y que me activa a cada momento”.

Los símbolos de Rodríguez Olazábal se canalizan mediante el color, la gestualidad, el pulso artístico que acentúa y determina cada intención. Su arte, de fuerte expresividad y energía, lo determina la acción, la ofrenda, el homenaje y la relación ancestral entre los hombres y la religión, más específico de los ritos yorubas, la magia y el misticismo que siempre acompaña este tipo de fe.

El artista también sabe multiplicarse y asumir las complejidades del grabado, la pintura, el dibujo, la instalación, el ensamblaje y la pintura.

Su relación con el sistema de la santería o Regla de Ocha es virtud y camino en su obra, pero aun así no significa repetición o cansancio sobre el mismo tema, más bien el creador sabe renovarse en cada representación de un valioso legado. Olazábal garantiza el deleite, la observación enriquecedora, el lenguaje lleno de signos en sus formas, textos o líneas que originan disímiles interpretaciones.

Observamos en su arte la presencia de animales y su relación con el hombre en un vínculo ancestral, fortuito, necesario y sagrado. Del reino aminal, al que pertenecemos como especie, se extraen los secretos para ser más fuertes y dignos con relación a lo divino.

Santiago Rodríguez Olazábal concede una dinámica corporalidad a sus obras. El cuerpo como sacrificio, experimento, poder, zona de información y deleite permite una construcción sólida sobre la morfología humana y sus infinitas capacidades para la acción como puerta de conocimiento. Sus creaciones también despiertan la sensación de autorreconocimiento con la herencia religiosa detallada.

“Me he preocupado siempre por asumir mi identidad, reinventándola formal y conceptualmente. Asumirla desde un punto de vista contemporáneo y prístino”, asegura el propio artista.

Su reino es el mismo para todos los hombres, sus figuraciones contienen ese lenguaje/iconografía que entendemos por antonomasia de manera orgánica y fluida.

En su arte Olazábal coloca en un sitio bien alto la religión, su ética y moral para abordarla, su propia experiencia, sus dioses y su mística. Habla directo, impacta, llega a cada corazón con el acierto de recordarnos quiénes somos y de dónde venimos. Así resulta más fácil entender los latidos de la existencia humana.

Frase del artista: “El hecho de asumir la fuerza mítica de un sistema filosófico que ha mantenido vigente su esencia a través del tiempo, me ha posibilitado llevarlo a la categoría de principio estético de mi labor artística”.