Un animal toma la ciudad e invade tu mundo

Picazzo, óleo sobre tela, 155 x 155 cm, 2019.
Picazzo, óleo sobre tela, 155 x 155 cm, 2019.

El día se anuncia tranquilo, el atardecer comienza a combinar sus colores de siempre, la noche avanza despacio, cuando algo extraño empieza a gestarse. Demasiada paz, demasiado orden y serenidad para ser La Habana.

De repente las cosas cobran sentido, un animal invade el espacio de La Cabaña, la edificación impenetrable, la construcción escudo de los corsarios y piratas junto con el Morro, la arquitectura legendaria esta vez fue inyectada por la fuerza creativa del artista Douglas Pérez Castro. Ante ese escenario nos sitúa el pintor con su obra Picazzo (2019, 155 x 155 cm) realizada en óleo sobre tela, una pieza de la serie Pictopía que forma parte de la colección de Máxima Estudio-Taller.

A nivel visual es una pintura imponente, no solo por su tamaño, sino por su figuración misma que nos habla de una Habana ficticia, un tanto futurista si se quiere, una ciudad azul como lo es en estos momentos, pero que permite la llegada de un agente ajeno a sus paisajes. No se observa signos de lucha, de alteración ninguna, la acción del lienzo sucede en paz.

Tampoco existe vestigio de vida humana, por lo que el hecho se reduce a un contacto mínimo entre el urbanismo y el insecto, que bien puede ser hecho con tecnología o tal vez se trata de un simple “Picazzo” que creció para intimidarnos.

Las construcciones ocupan un plano menor excepto la explanada donde sucede la aventura. Los edificios se visualizan lejanos, accesibles, una ciudad digna de recorrer. Es como si se hubiera tomado una fotografía del momento desde un plano bien cerca para recrear al animal en detalle.

Lo interesante es lo que subyace en el fondo marítimo de la capital. Parece otra ciudad que vive por sí sola, pero en conexión con la superficie, un escenario más profundo y simple que sostiene y equilibra el esplendor de lo que se muestra. Un reflejo de lo exterior, polos semejantes que se encuentran entre sí gracias el agua y su poder de enlace.

Si buscamos otra interpretación del asunto, la pintura nos aterriza en la Bahía de La Habana, casi “virgen” en sus profundidades, porque si bien se han aplicado técnicas de saneamiento a sus aguas, además de varias incursiones arqueológicas, aún permanece en secreto parte de sus misterios.

Douglas Pérez Castro vuelve a inquietarnos con gestos gráficos, utiliza a La Habana como contexto para desatar su fuerza creativa y hacernos pensar, alucinar si es preciso, nos invita a conocer su pulso creativo, pero sobre todo el artista activa zonas de conocimiento, que estos días de cuarenta vienen como anillo al dedo ante el posible ostracismo de la rutina casera.

Publicado 7/05/2020