“La escultura es mi tesoro”

Agustín Hernández, en entrevista con Máxima Estudio Galería.
Agustín Hernández, en entrevista con Máxima Estudio Galería.

Agustín Hernández sabe muy bien de sacrificios, de entregas y de fuerza de voluntad, porque ha sido un artista que se ha forjado a base de empeño y constancia.

Para él, los comienzos en el panorama de las artes visuales, resultaron difíciles y en ese momento tuvo que reafirmarse como creador y comenzar, sin vuelta atrás, un camino maravilloso, pero de mucha osadía, inspiración y creatividad.

“Vengo a La Habana con 27 años —nos dice en entrevista con Máxima Estudio Galería— tampoco era tan joven y, por supuesto, fue un salto brusco. Estudié en la escuela provincial de arte de Camagüey, pero cuando llegué a la pelea dura y cruda aquí, las cosas fueron diferentes. Ya venía con un hijo pequeños de tres años y con mi esposa, entonces tenía que sobrevivir. La palabra es esa”.

Dentro del quehacer de Agustín, la escultura ocupa un lugar primordial. Las obras suyas de este tipo sobresalen por su buena factura y carga analítica y también por su poder para sacar al espectador de la pereza mental. En ellas se observan guiños de humor, así como un toque de cubanía y mucho de originalidad.

El artista sorprende, además, por su decisión de estudiar, a los 42 años, una licenciatura en la Universidad de las Artes (ISA), siendo profesor de la Academia de Bellas Artes San Alejandro. La edad, como bien sabemos, no es sinónimo de pereza cuando la mente es ingeniosa.

- Su producción artística contiene una crítica hacia el consumismo. ¿Aspira depositar en el espectador ese llamado al despertar de la conciencia?

Cuando uno toca esas temáticas, que se hacen acompañar de una polémica acerca del consumismo, de la forma y de los estilos de vida, uno aspira a que las personas se vean reflejadas de alguna manera en las obras y que hagan una especie de reflexión para ver qué les hace falta en realidad, qué somos y necesitamos.

Ha sido un tiempo difícil para todos a nivel global y nos ha enseñado a fuerza de dolor y golpes que, esencialmente, necesitamos muy poco para ser felices.

Lo que más vale es la salud, el cariño, la familia, la compañía, los buenos amigos o la persona que te llama cuando más falta hace. Esa es la energía que necesitamos, no tenemos que ser prisioneros de productos, de marcas y de elementos que nos están bombardeando constantemente, aunque no lo aceptemos o no. Ellos están a las puertas de nuestros ojos, oídos y gusto, porque forman parte de la sociedad.

No es negar el desarrollo, no es negar una sociedad abierta y llena de posibilidades. Se trata de hacer una reflexión de qué tanto necesitamos para ser felices.

Lo que he tratado de hacer en esta obra (Ella está en nosotros) es construir la historia de la humanidad, quizás suene un poco ambicioso de algún modo, a través de un símbolo tan popular como la Coca-Cola, un símbolo que no se pierde y está en todas partes. Hasta en una aldea, en el medio del Amazonas, te encuentras una Coca-Cola, o un indio con un pullover de esa marca.

La pieza Amazon Drink habla un poco de todo lo anterior, ya que muestra a un indiecito, que en su piel tiene tatuado una Coca-Cola. De eso me interesa abundar en mis obras.

Respecto a Ella está en nosotros, puedo decir que es una pieza sin terminar, es la obra que nunca acaba y espero que sea así, porque es mi forma de contar la humanidad a través de este símbolo: La Coca-Cola.

- En su quehacer se observa influencias del art pop. ¿De cuáles otras corrientes artísticas se ha nutrido?

El pop art es un estilo que, por supuesto, ha influido mucho en la parte visual de mi obra. También hay muchas influencias, soluciones técnicas y conceptuales del post impresionismo, un pilar importante.

El surrealismo me ha llamado la atención, mis obras la mayoría de las veces, desconocen fronteras de dimensiones, ambientes, las gamas de colores son arbitrarias para lo que necesito hacer como creador.

El arte conceptual está también dentro de mis antecedentes y así en ese ajiaco, por citar a don Fernando Ortiz, trato de ser lo más auténtico y cubano posible.

- Como artista presenta una obra notable dentro de la escultura. ¿Cuán complejo o retador pueden ser las creaciones de ese tipo?

La escultura es mi tesoro, es ese espacio donde eres Dios, para mí. La vida circula alrededor de ella y en mi caso siento la posibilidad de realizarme totalmente. ¿Qué pasa con la escultura? Las obras de este tipo las he hecho a raíz de producciones anteriores, o sea, de haber vendido una obra, un dibujo, cuadro o serigrafías que te permiten hacer esculturas.

Lamentablemente, la escultura es muy cara de producir, lleva tiempo, aunque eso es lo de menos para mí. También lleva un alto nivel de consagración, porque si no, no sale.

- Usted nació en Florida, Camagüey. ¿Cómo recuerda ese tránsito hacia La Habana y, sobre todo, su inserción en el mercado artístico?

Florida tiene un valor grande, allí viví mi niñez, adolescencia y parte de mi juventud. Vine a La Habana con 27 años, tampoco era tan joven y, por supuesto, fue un salto brusco. Estudié en la escuela provincial de arte de Camagüey, pero cuando llegué a la pelea dura y cruda aquí, las cosas fueron diferentes. Ya venía con un hijo pequeños de tres años y con mi esposa, entonces tenía que sobrevivir. La palabra es esa.

Por primera vez, vamos hablar claro, agarré un pincel para ganarme la vida. Me dediqué hacer mi obra. Estaba lleno de ideas, ganas de trabajar y empecé a vincular la escultura, con el grabado, el diseño y empezó todo a funcionar.

Le agradezco mucho a buenos amigos como Reineiro Tamayo, quien fue mi primer sostén espiritual en el mundo del arte, aquí en La Habana. Tengo que nombrarlo.

Después empecé a encontrarme con otros amigos, y ellos te va dando fuerzas, impulso, te vas dando cuenta que no estás tan solo, que no estás tan loco. Lo demás va cayendo por su propio peso o por su propia alma.

- Actualmente es profesor en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, ¿qué lecciones imprescindibles de arte les enseña a sus alumnos?

Lo más importante para mí, es siempre decirles a mis alumnos: “si tú no te crees tu historia, no se la va a creer nadie”. La frase me la dijo un profesor hace años y me sirvió de mucho. Yo se la repito a mis estudiantes como si fuera Amen. Es el ABC del arte.

- En estos momentos, cursa una licenciatura en la Universidad de las Artes ISA, ¿cómo le ha ido en el doble rol de profesor y alumno?

Imagínate. El ISA siempre fue un capítulo sin culminar. Me ha ido súper bien y, sobre todo, me he divertido mucho, porque después de haber dado tantas clases, sentirte de nuevo un niño que empiezas a investigar, a estudiar y a rodearte de buenos profesores, eso te ayuda mucho. Mis compañeros de aula son los del trabajo, es un fenómeno muy raro y lindo a la vez. Soy feliz de que eso suceda ahora mismo en mi vida, a mis 42 años.

- Dentro del panorama de las artes visuales en Cuba ¿quién es Agustín Hernández?

Un soñador y siempre va a serlo. Las cosas que le pueden pasar a un ser humano, más horribles y bellas, aún las bellas, te pueden robar los sueños. Te quedas ensimismado en algo que ya lograste y ahí mismo todo paró, pero tienes que saber soñar, levantarte de nuevo y batir alas, como digo yo. Agustín Hernández es un alma metida en un cuerpo, que quiere vivir esta vida haciendo arte.