Dualidad de miradas: el Vedado habanero visto desde el arte

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Dos de las obras de la serie Vedado, del artista Douglas Pérez Castro

Mujeres bien vestidas y exóticas, colores en su máxima expresión, un mundo de fantasía nos presenta Douglas Pérez Castro con su serie Vedado, algunas piezas pertenecientes a la colección de Máxima Estudio-Taller.

Como mundo de fantasías, a fin de cuentas, detrás contiene una carga emocional para reflexionar sobre el pasado y sus contratiempos. Somos el resultado de los hechos que nos antecedieron, tanto a nivel personal como de país. El principio se aplica a cualquier nación o individuo.

Los carros de la época, esposas que esperan a sus cónyuges en la casa, el proceso productivo en las fábricas, junto a marcas de cigarros de moda y casas acogedoras, entre otras estampas, son el escenario escogido por Pérez Castro para situarnos en el Vedado de los años 50 donde la vida, en apariencia, era más fácil y ligera.

Detrás del aparente glamour se evidencia la Cuba real, sin máscaras, donde en las calles pueden encontrarse mensajes de mal gusto que alteran y asustan al mismo tiempo, como evidencia de la pérdida de valores en la sociedad. Ese el Vedado que Douglas Pérez Castro muestra, con sus luces y sombras, tal y como es el cubano.

En realidad ¿qué pretende el artista? Su intención es revelar los “valores que potencian la fuerza de un capitalismo expansivo basado en los derroteros de la guerra fría y en el ejercicio de una economía y democracias asentadas en la concentración de capitales en bancos y en la más experimentada maquinaria de producción de bienes existentes”, explica el pintor a Máxima.

Como en la vida todo tiene su lado opuesto, el creador muestra la contraparte de esos análisis, “un bloque comunista totalitario que se afianza en mostrar su ideología práctica y antagónica: ‘el socialismo es la fase superior y final del capitalismo’ y que enarbola deportivamente un deseo deliberado de competir por el éxito de un modelo social de envergadura colectiva e igualitaria para alcanzar la verdadera felicidad”, comenta Douglas. Y añade: “mi serie intenta recrear ese ‘doblepensar’ en que se debate la angustiosa soledad física del individuo no resuelta por ninguno de los dos sistemas sociopolíticos”.

Ante las situaciones descritas, ante la dualidad y la confusión, el artista apuesta por un despertar de la conciencia desde el magnetismo del arte, desde juicios capaces de llegar a las mismas conclusiones a través de la observación rigurosa. Pérez Castro ha sabido jugar bien sus cartas con la serie Vedado y nos presenta, a veces, rostros que suspiran, una aparente felicidad que puede confundirse con la verdadera.

Los años de la República tienen el sabor de lo político y aunque existen investigaciones acuciosas sobre el período, lo que más conoce y tiene grabado el pueblo cubano en su mente son los gobiernos títeres, corruptos y los golpes militares de Fulgencio Batista. De tal manera que se obvia la riqueza y el bienestar doméstico que también distinguió al período. Así también lo entiende Pérez Castro: “el mejoramiento de las condiciones de vida del individuo a través del confort y la prosperidad con el trabajo propio, enfrentado a la idea de alcanzarlos a través de la revolución social y armada”.

“No obstante, hay que remarcar el contraste que realmente surge al finalizar la década, con una mentalidad anti consumista y de poner fin a las desigualdades materiales y de oportunidades entre los cubanos, que pretendería dar al traste en el campo ideológico con todo lo que ese momento había representado el capitalismo salvaje” expresa el autor de la serie.

Debido a las características socioeconómicas de Cuba, Douglas considera, aún más profundo “el impacto que esta memoria tiene en sociedades de mentalidad tercermundista, por lo susceptible de ser falseadas fácilmente, jugando el arte también su papel de resiliencia en todo esto; exaltando disímiles contradicciones nacidas de la imitación de un modelo que se le niega constantemente”.

El Vedado en los comienzos se pensó como una zona de amplio desarrollo económico, donde buena parte de la burguesía habanera erigió casas, fábricas y amplios espacios urbanos que evidencian la prosperidad vivida en sus calles y hogares. Ahora, en el siglo XXI, el panorama cambió, asegura el creador: “se debate en la ruinosa condición de no poder adaptarse a las nuevas expectativas de este proceso social que ignora y rechaza todo el significado por el que se concibió y desarrolló en sus inicios. Lo que viene a ser el puntal inspirador de la serie”.

La vida pasa y el hombre se adapta a la realidad de sus ojos. Sin embargo, en su psiquis persiste la idea de años magníficos y de lujo tiempo atrás en el Vedado y Douglas Pérez Castro se encarga de recordárnoslo de la manera más elegante posible: con arte.

31/08/2020