Autogestión de arte: resistencia y no velocidad

De izquierda a derecha, Douglas Pérez Castro, Luis Enrique Camejo, Duvier del Dago y Rafae Villares.
De izquierda a derecha, Douglas Pérez Castro, Luis Enrique Camejo, Duvier del Dago y Rafae Villares.

El panel dedicado al rol del artista como autogestor en Máxima significó un encuentro necesario por ser un tema que involucra a buena parte de los creadores cubanos.

Se trata de un asunto de interés que ha sido abordado por cuatro grandes creadores de la escena cubana, el martes 7 de junio. Hablamos de Luis Enrique Camejo Vento, Douglas Pérez Castro, Duvier del Dago y Rafael Villares, quienes ofrecieron diversas experiencias y generaron debates sobre cuestiones pendientes de perfeccionar en diversos campos del fenómeno arte en Cuba.

Algo esencial quedó como resultado del panel y es que para la autogestión no existe un libro, un método único y veraz sobre el “deber ser”. Cada artista es un universo y la gama de posibilidades son múltiples. En la autogestión los caminos son individuales, más allá de ciertas praxis para alcanzar lo deseado. No puede hablarse de un mecanismo singular cuando las narrativas personales son tan diversas como el arte mismo.

“La vida en Cuba te lleva a la autogestión y es también el interés de desarrollar tu propia obra”, señaló Camejo en su intervención. Aquí radica un punto neurálgico para la autogestión del arte: la capacidad de abrirse caminos propios, o expresado en buen cubano, “tocando puertas”, para establecer el acercamiento de los críticos, los curadores y los galeristas con respecto al trabajo personal de cada autor.

El primer paso hacia la autogestión digamos que es la confianza y el empeño personal sobre el valor de la obra realizada.

“Recuerdo una vez en una exposición en Holanda me pongo a montar las telas y el director de la galería me dice que ningún artista monta los cuadros. Yo le dije que en Cuba nosotros montamos los cuadros y hasta los bastidores”, recuerda el pintor de Coffee Time, considerado uno de los mejores acuarelistas del contexto cubano.

Las propias carencias de materiales y recursos en nuestro país —advierte Camejo— han ayudado a crear un imaginario. “Una vez un coleccionista preguntaba cómo en tanta precariedad hay tanta imaginación. Le dije que precisamente era por eso. Si tenemos algo en Cuba es que somos un punto en que fluye mucha información, sabemos lo que hace falta, entonces buscamos alternativas. Ahí es la fuente fundamental de creatividad del artista cubano”.

Por su parte Douglas Pérez reconoce que “lo más importante es ser lo suficientemente humilde y coherente como para entender en qué lugar se encuentra tu propuesta. Lo demás sería pecar de ingenuidad. Hay un sin número de anécdotas sobre lo difícil que es producir arte en un contexto como el nuestro”.

Despenalización del dólar

Cuando ocurrió la despenalización del dólar en la década del 90, los creadores tuvieron mayores oportunidades para comercializar sus piezas en un escenario un tanto favorable. “El estatus que tuvo el artista en un momento determinado por encima de otros sectores sociales, poder salir y comprar sus propios materiales. Ese tipo de cosas propicia que se convierta en autogestor”, asegura Duvier del Dago.

Durante el encuentro, Rafael Villares se refirió a un asunto fundamental en cuanto al tema tratado en la jornada: “El artista ya es autogestor desde el mismo momento en que está señalando qué tipo de conocimiento va a dar con su obra y al tipo de espectador que va a estar dirigida”.

Villares, como todos los pintores, escultores, ceramistas y grabadores, aprendió a lidiar, enfrentarse y asumir la génesis de una pieza, sus procesos y el resultado final de exhibir el trabajo una vez concluido.

Parece un asunto “fácil”, sucedido de manera espontánea y sin tantas complejidades, pero lo cierto es que el propio artista en Cuba debe buscar muchas veces el presupuesto, el escenario de cada exhibición y hasta los permisos para mostrar cierto tipo de piezas en un espacio urbano o diferente al galerístico, además de una serie de factores decisivos a la hora de exponer. La idea romántica del arte tiene, en estos momentos, otros rostros.

Exponer en Cuba vs comercio

Para Luis Enrique Camejo tener muestras personales en su país de origen, independiente del éxito comercial, es fundamental para legitimarse como creador. Así lo confirman sus palabras: “Es un termómetro que tenemos los artistas cubanos, el contexto nuestro, donde tu poética se genera y funciona mejor”.

Acerca de un asunto similar Rafael Villares reconoció la importancia de un mercado nacional, sin necesidad de depender al cien porciento de extranjeros. Mencionó el caso del boom del arte brasileño, generado a partir de la adquisición de obras valiosas por la clase media y alta del gigante sudafricano. Mientras eso no suceda en Cuba el mercado del arte cubano no tendrá prosperidad.

En tanto, Duvier del Dago reconoció la falta de talleres o cursos de especialización sobre escritura, redacción y materias afines con el propósito dotar a los propios creadores de herramientas para generar trabajos sobre arte.

De igual manera comentó acerca de la poca comunicación entre la Facultad de Artes y Letras y la Facultad de Artes Visuales del ISA, dos enseñanzas que deberían tener mayor acercamiento entre los futuros profesionales de ambas ramas, tan complementarias entre sí.

“Es una distancia física muy larga (con respecto a la ubicación de los centros). Se quieren y se hacen los esfuerzos, pero es imposible. Incluso los horarios de ambas facultades no están sincronizados. Para que los estudiantes de Artes y Letras asistan a mi taller de emplazamiento es muy difícil”, señaló del Dago.

Por su parte, Pérez Castro habló sobre las concesiones de determinados creadores con su obra para ser aceptados en un evento de relevancia: “Es muy sintomático ver a artistas que, porque han sido invitados a un evento X, forzar su propuesta de trabajo para acomodarse a esas matrices, que pueden significar éxito”.

Precisamente surge entonces la dualidad una vez alcanzado los aparentes logros, la pieza se llena de olvidos y telarañas en una esquina del taller por no tener la capacidad de saber colocar o moverla. “Para mí es muy importante el nivel ético que uno sea capaz de establecer con el proceso creativo”, explicó Douglas.

Autodidactas y mayor especialización

En el caso de los artistas autodidactas, señaló el pintor Adrián Socorro, quien se formó de esta manera, el tema de la autogestión se potencia con más fuerza en sus carreras, al ser ellos un ejemplo nato de autogestión. Lo fundamental es “cómo pones tu obra a visualizar, a circular y eso va con el nivel de conciencia con lo que estás haciendo. Vengo de tocar puertas constantemente y mostrar mi trabajo. Es la individualidad de cada quien”, manifestó el creador.

Si bien el contexto cubano carece de diversos sectores consolidados como el artdealer o el marchante de arte, además de un mercado respetable, resulta imprescindible formar a profesionales y especialistas en tales sectores y no solamente como resultado de experiencias, años de trabajo, ensayo y paso a paso. Urge la academia, el estudio, la preparación porque el mundo funciona con otras lógicas muy distintas a la realidad cubana.

Otro vivo ejemplo de autogestión es la colaboración entre instituciones a través del artista. En ocasiones, gracias al empeño del creador, dos centros aparentemente sin diálogos tienen mayores acercamientos por compartir dentro de una misma nómina a un determinado pintor. Rafael Villares puso de ejemplo el apoyo de Máxima a una exposición de Factoría Habana o la ayuda que el artista recibió de galería Habana para su participación en la Bienal de Venecia.

“Ojalá seamos el puente para que esos diálogos permanezcan”, acotó Rafael.

Durante más de una hora, el panel dedicado al rol del artista como autogestor fue un encuentro oportuno para repensar tales realidades y generar estados de pensamiento y pluralidad de visiones. Sirva esta cita para mirarnos por dentro una vez más.

Publicado 9/06/2022