Moisés Finalé es una fuerza indetenible. Para el artista nacido en Cárdenas, Matanzas, el período de creación puede ser cualquiera, el instante preciso para seguir adelante con la pintura, la cerámica o el formato que elija, aparece siempre con ese aire de bienvenida de los buenos e inigualables momentos.
Finalé es un creador consagrado en Cuba. Un hombre que ha vivido múltiples culturas, gracias a sus constantes viajes por el mundo. Cuando sus ojos vislumbran otras realidades, su capacidad expresiva se fortalece porque las mixturas, lo plural y heterogéneo aportan una riqueza que el pintor cubano sabe aprovechar y con creces.
Influenciado por el arte africano, la obra de Wifredo Lam, la belleza de la mujer y otras figuraciones, el autor de emblemáticas piezas como El Bosque de La Habana o Amores de los 80, Dulzuras Insulares o La Mañana, asegura su felicidad cuando llegan las musas: “Yo no sufro pintando, no soy de los artistas que se ponen histéricos. Antes de comenzar una obra hago un proceso de búsqueda, de lectura y ya cuando voy a empezar, casi siempre sé por dónde voy”.
Unos minutos de entrevista con el equipo de Máxima Estudio-Taller resultaron suficientes para conocer su interés y las ventajas que le ofrece el gran formato en su estilo creativo. Así lo confirma: "Me siento muy cómodo en el formato de gran dimensión, me permite trabajar técnicas de manera libre y eso me caracteriza. Utilizo cosidos, esculturas blandas, madera, grabado y metal. Igual lo puedo hacer en una obra pequeña, pero no permite esas libertades, como decía. Es un placer sinceramente que no puedo evitar. Son obras difíciles de mover, de exponer y vender, pero voy a seguir, mientras tenga fuerzas, haciendo obras de gran formato”.
El 27 de septiembre del 2019, el día su cumpleaños, Moisés Finalé inauguró su muestra personal en nuestra galería titulada Finalé Mundos, un proyecto artístico con excelente acogida por el público al mostrar emblemáticas obras de su autoría creadas tiempo atrás y poco vistas.
“Esta exposición me sorprendió”, reconoce Finalé, “hay dos formas de trabajar, una es en la que yo concibo la exposición, la organizo y tengo una propuesta artística, donde busco el título, lo pienso, estudio mucho y sobre todo para lanzar algo nuevo. No me gusta repetir lo mismo. Pero esta exhibición no lo organicé yo, me encontraba en Francia y cuando llego a La Habana me sorprendo porque hay obras de muchos años, hasta con cerca de 20 años de pintadas”.
“Son piezas que prácticamente las tenía para mi colección, responden a una etapa donde estuve en Francia. Se vieron en la parte europea o en los Estados Unidos, pero el público cubano, de una forma u otra, no vio ese trabajo, entonces por ahí comenzamos”, explica.
Como hombre de sensibilidades en el arte, ha sabido aprovechar sus estancias en Argentina, Perú, México y Europa, para continuar en la búsqueda de una nueva pintura renovadora y exigente para su intelecto.
“Soy, como decía un crítico cubano importante, como una cámara fotográfica que archiva todo lo que ve. Mi pintura se ha nutrido de esos viajes y de mis lecturas que son desorganizadas, pero leo. He tratado durante muchos años de no traicionar mi propuesta artística”, aclara.
Y París ¿cuánto ha enriquecido su obra?
Me fui de Cuba a Francia cerca de 1984. Salgo con 27 años y me encuentro con la ciudad luz, donde el nivel de conocimiento es grande en los museos, en las revistas de arte, veo por primera vez en directo las obras de los grandes artistas que habíamos estudiado a través de libros o de fotografías. Fue impresionante.
Hay cambios, uno se asienta, comienza a meditar, no hay tanto apuro en pintar, hay placer por trabajar, los materiales se facilitan y la vida cambia en muchos aspectos. Descubro el arte africano, algo que me interesaba desde Cuba, las grandes colecciones de máscaras africanas las veo en París, aquí en Cuba no existen, no tenemos esa tradición, a pesar de que nuestra cultura es tan fuerte en ese sentido.
En Francia descubro por primera vez también la obra de Lam, aunque en el Museo Nacional de Bellas Artes existen piezas suyas, allí veo muy de cerca sus piezas y toda su biografía que había salido. Tuve la suerte de que Pierre Gaudibert, quien escribió el prólogo de uno de los primeros libros sobre Lam y gran especialista de arte africano, escribiera también sobre mí.
¿Cuáles referencias específicas tienes de Lam?
Comencé con un aspecto un poco ingenuo que fue tratar de descubrir la técnica de Lam, como llegaba a realizar esos primeros, segundos y terceros planos, como hablamos los pintores, o sea, esas profundidades. Poco a poco me intereso por su figuración y al final me llegó su espiritualidad, la forma en que se apropia del arte africano para hacer su propia visualidad. A pesar de mantener un lenguaje que muchas veces no es conocido para el público europeo, su obra logra ser de todos. Los europeos lo asimilan de forma increíble.
¿Qué le permiten las segundas y terceras dimensiones en los diferentes formatos creativos?
De joven pinté obras bidimensionales cuando todo el mundo estaba haciendo arte conceptual o utilizando el mínimo espacio para expresarse, estamos hablando de los años 80, cuando el conceptualismo llega a Cuba con 10 o 15 años de atraso. Pero llega y lo asimilamos bien.
Hicimos un grupo, Cuatro por Cuatro, ya estaba Volumen I y otro grupo que se llamaba Hexágono. Entonces la propuesta nuestra fue seguir dentro de la pintura bidimensional con nuevas ideas, tocando temas hasta el momento no abordados, tratando de cambiar la figuración y hacerla lo más contemporánea posible.
Por esa época realicé algunos performances en La Habana, siempre me interesó lo interactivo, la idea de participación, por eso invité a varios pintores a trabajar conmigo. Con el tiempo en Francia, sobre los 90, comencé con la escultura en metal, que no la presento sola en el espacio, siempre voy al plano bidimensional y la integro a la obra.
Moisés Finalé ha sabido concederle color, textura, intención y motivos al arte cubano, un camino por el que transitamos todos como país, de una forma u otra, algunos más lejos o escépticos, pero al final Cuba representa un destino creativo en cualquiera de sus dimensiones.