Jorge López Pardo

Es hoy uno de los artistas de trayectoria consecuente con los mejores desempeños registrados por la plástica local. El dibujo marcó sus pinos en aquella serie autobiográfica que tituló Séptimo Sello.

De su huella dentro del performance quedan El hijo pródigo, parodia de lo real maravilloso más actual salpicado de hilaridad, y la audaz lechada que llevó a la galería y a algunos espacios citadinos para rendir tributo a la villa. En la vertiente instalacionista merecen recordarse Columbina, apropiación de una obra de Acosta León e Idea redonda, una singular mesa atestada de códigos informacionales.

Con La negación de lo aceptado, óleo que recrea la pintura dentro de la pintura mediante un sentido renovador de la fabulación, regresa al oficio y encamina sus inquietudes en la urdimbre del concepto hasta llegar al paisaje de filiación minimal que hoy señorea su poética. Todas estas obras, mencionadas a propósito, han merecido premios en los Salones Provinciales Oscar Fernández-Morera, de Pequeño Formato, de La Ciudad y de Paisajes.

El grafito ha servido como herramienta predilecta para el nacido en Trinidad en 1976. Sus paisajes cargados de metáforas, brindan cierto estado de calma a quien se sitúe frente a sus obras, de grandes dimensiones. Imposible resistir la tentación de quedar prendido ante sus cuadros.

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Es hoy uno de los artistas de trayectoria consecuente con los mejores desempeños registrados por la plástica local. El dibujo marcó sus pinos en aquella serie autobiográfica que tituló Séptimo Sello.

De su huella dentro del performance quedan El hijo pródigo, parodia de lo real maravilloso más actual salpicado de hilaridad, y la audaz lechada que llevó a la galería y a algunos espacios citadinos para rendir tributo a la villa. En la vertiente instalacionista merecen recordarse Columbina, apropiación de una obra de Acosta León e Idea redonda, una singular mesa atestada de códigos informacionales.

Con La negación de lo aceptado, óleo que recrea la pintura dentro de la pintura mediante un sentido renovador de la fabulación, regresa al oficio y encamina sus inquietudes en la urdimbre del concepto hasta llegar al paisaje de filiación minimal que hoy señorea su poética. Todas estas obras, mencionadas a propósito, han merecido premios en los Salones Provinciales Oscar Fernández-Morera, de Pequeño Formato, de La Ciudad y de Paisajes.

El grafito ha servido como herramienta predilecta para el nacido en Trinidad en 1976. Sus paisajes cargados de metáforas, brindan cierto estado de calma a quien se sitúe frente a sus obras, de grandes dimensiones. Imposible resistir la tentación de quedar prendido ante sus cuadros.